Día 3, continúan nuestras andanzas finlandesas.
Este bello día, nos levantamos a eso de las 10 de la mañana, Berta antes pues tenía que plancharse el pelo. Desayunamos... ¡sandwiches mixtos, como no! y un vasito de una leche que más que leche era leche aguada. Los finlandeses lo aguan todo, también el zumo. A las 11 de la mañana nos recogió nuestra tutora, Sabi a partir de ahora. Teníamos que ir a la universidad, y tras decirnos que íbamos a ir andando y reirnos un rato, comprendimos que no bromeaba. Nos esperaba media horita de camino hacia la universidad de Savonia. Uno puede pensar, bah, media hora, un paseito. Pero cuando por delante te espera un camino frío, nevado y con el peligro de ser arrollado por un Raikonen cualquiera, la cosa cambia. Aún así, el camino no se hizo muy pesado, atravesamos una especie de polígono industrial y cuando llegamos a lo que es la universidad en cuestión, pensamos que, ¡no es pa tanto!, en las fotos parecía mucho más grande. Lo que más llamó nuestra atención fue la casetilla que había fuera para fumar, aquí ya ni en la puerta se puede, te tienes que ir apartado de todo el mundo para no molestar.
Una vez dentro, conocimos a varias personas y nos enseñaron las clases donde se enseña enfermería: me da VERGÜENZA pensar que algún día alguien visitó nuestra escuela y tuvo la posibilidad de compararla con esta otra. Tras ver todo aquello y quedarnos asombrados, llegó la hora de comer. Las 12.30. 2.60€ el menú. De lujo vaya.
De vuelta a la residencia, medio que nos perdimos por el camino, pero llegamos bien. Luego volvió Sabi para ayudarnos a comprar una tarjeta de móvil finlandesa y nuevos móviles para Ángel y Alba. Vuelta a la residencia. Para cenar decidimos sacar el sobrecito de JAMÓN DE JABUGO que Berta había traído desde España.
Este bello día, nos levantamos a eso de las 10 de la mañana, Berta antes pues tenía que plancharse el pelo. Desayunamos... ¡sandwiches mixtos, como no! y un vasito de una leche que más que leche era leche aguada. Los finlandeses lo aguan todo, también el zumo. A las 11 de la mañana nos recogió nuestra tutora, Sabi a partir de ahora. Teníamos que ir a la universidad, y tras decirnos que íbamos a ir andando y reirnos un rato, comprendimos que no bromeaba. Nos esperaba media horita de camino hacia la universidad de Savonia. Uno puede pensar, bah, media hora, un paseito. Pero cuando por delante te espera un camino frío, nevado y con el peligro de ser arrollado por un Raikonen cualquiera, la cosa cambia. Aún así, el camino no se hizo muy pesado, atravesamos una especie de polígono industrial y cuando llegamos a lo que es la universidad en cuestión, pensamos que, ¡no es pa tanto!, en las fotos parecía mucho más grande. Lo que más llamó nuestra atención fue la casetilla que había fuera para fumar, aquí ya ni en la puerta se puede, te tienes que ir apartado de todo el mundo para no molestar.
Una vez dentro, conocimos a varias personas y nos enseñaron las clases donde se enseña enfermería: me da VERGÜENZA pensar que algún día alguien visitó nuestra escuela y tuvo la posibilidad de compararla con esta otra. Tras ver todo aquello y quedarnos asombrados, llegó la hora de comer. Las 12.30. 2.60€ el menú. De lujo vaya.
De vuelta a la residencia, medio que nos perdimos por el camino, pero llegamos bien. Luego volvió Sabi para ayudarnos a comprar una tarjeta de móvil finlandesa y nuevos móviles para Ángel y Alba. Vuelta a la residencia. Para cenar decidimos sacar el sobrecito de JAMÓN DE JABUGO que Berta había traído desde España.
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