Día 70
Sábado. Serían alrededor de las 12 de la mañana. Ángel estaba en una cosa de esas que le gustan a él, acampadas, boyscouts y esas americanadas. La que sí estaba era Heini, que a la hora señalada llamó a nuestra puerta. Yo abrí, inocente de mí, pensando que querría algo. Pero no, me preguntó si podía pasar y pasó, se sentó en una silla y empezó a darnos conversación. Costumbre típica finlandesa, joderte todo el sueño. Ya nos desvelamos, y teníamos hambrecilla, así que decidimos pensar qué íbamos a comer. En esto que vemos que Heini se mete en su cuarto y dice que se va a acostar un ratillo. Eso muchacha, despiértanos y luego vete tu a descansar. La odiamos mucho en ese momento, pero en verdad no es mala gente.
No teníamos comida, cero, ni pasta, ni arroz, ni pan. Lo único: resaca del 15, mala hostia y hambre, muuucha hambre. Así que me decidí e hice algo impulsivo: ir a McDonalds a comprar unos menusillos, mientras Alba se quedaba recogiendo la habitación, totalmente patas arriba después de la noche anterior.
Cuando llegué y comimos, seguimos arreglando el cuarto, todo el mundo preguntaba que porqué limpiábamos, y nosotras contestábamos que porque somos muy limpias. No queríamos dar los detalles de la maceta, el anís por el suelo, la ropa esturreá por los rincones...
Entonces llegó la tarde, ese maravilloso momento en que no sabes qué hacer. Así que vimos una peli: Troya. Peliculón donde los haya.
Después qué podíamos hacer, pues echarnos un ratejo, estábamos con mal cuerpo, por lo menos yo y no sabía bien porqué. La resaca, esa sensación que hacía meses que apenas tenía, y es que la sidra es el mejor invento del mundo. No el anís, ya hemos aprendido la lección.
Pues nada, nos levantamos al cabo de las horas e investigamos a ver que pensaba hacer la gente por la noche. La respuesta era obvia: salir. No teníamos muchas ganas pero allí que nos fuimos.
Nos emperifollamos, que anda que para no tener ganas nos pintamos como puertas, está feo decirlo pero es la verdad.
Y llegamos a Cave, Tom, Alba y yo. El cara-alobao se quedó hablando con alguien que conocía y nosotras nos pedimos una sidrita y nos fuimos a bailar un rato. Como una media hora diría yo. En eso que llegaron Peppi y Simon con la Roneanta y muchas tías, algunas feas y otras no tanto. Y un personajazo donde los haya: el entrenador del equipo de fútbol de Iisalmi, el calvito con cara de cocainómano, le llamaremos CCC.
Pues se conoce que CCC estuvo todo el rato con Alba tirando la caña, y Alba desesperada con cara de ¡sálvame por favor!. Nos invitó a una cervecilla y nos pedimos luego una bebida extraña, de sandía y calentuja, no estaba mu allá pero el caso es que llevábamos un ciego curioso.
Entonces fuimos al baño. Alba no quería pero me acompañó, y nos acordamos de la escasez de papel higiénico que sufríamos, y decidió coger un poquito, a little, como diría nuestra querida Madre.
El caso es que después de Cave, Alba se fue y los demás nos fuimos al Aleklubi, alguien me llevó en brazos, lo recuerdo porque no pegué ni un traspiés en ese corto camino. Allí, CCC empezó a darme por culo, que si vamos a bailar, que si a esperarme en la puerta de la sala de fumadores,... Que susto pasé, y los tíos que no me ayudaban, el Peppi mela tenía guardada después de lo de Mimmu.
Cuando iban a cerrar ya, a eso de las 4 de la mañana, me viene el tío, me agarra por detrás, y con una canción lenta sonando me susurra al oído que si quiero un bailecito. Grité de desesperación, Pataleé, un infierno lo que pude pasar esa noche. Pero también me rei bastante.
Y vuelta a casa, paradita en Saha Grill a patatitas party y al hostel a comérnoslas, cuando llegamos nos encontramos a las alemanas en la puerta, 4 y media de la mañana, fumando, todas menores de edad osease que no habían salido. Sólo Dios sabe que harían despiertas a esa hora.
Y me fui para la cama, triste porque al día siguiente era domingo, contenta porque quedaba menos para el siguiente.
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