Lunes, 8 de la mañana despertándonos. Teníamos quirófano hoy, no para operarnos, sino como sairaanhoitajaopiskelja que somos.
Llegamos y menudo lío. Escaleras parriba, escaleras pabajo, que si baja a por los zuecos, que si sube a por el pijama verde, que si elije entre una amplia variedad de ridículos gorros,...
Y allí que nos encontramos, Alba y yo con nuestras respectivas enfermeras a ver operaciones, porque intervenir, lo que se dice intervenir... es más, ni siquiera acercarse a la mesa, ni abrir un paquetico estéril, que tiene su técnica oigame usted, pero sé y puedo hacerlo mejor que tú. Yo no trabajo con discriminaciones, no me presiones.
Pues nada, la mañana se pasó rapidita, vimos un par de hernias a cargo de nuestro amigo médico etíope, una colecistectomía que no salió del todo bien y cómo le quitaban las amígdalas a un niñito de dos años.
Estuvo bien el día, por lo menos son cosicas nuevas, que siempre viene bien el cambio.
Comimos en el hospitalito, y a las 2 nos piramos locas de contentas por fumarnos un cigarrito en un sitio nuevo: la parada de autobús que resultó ser un sitio para fumar, especialmente diseñado para nosotras, con sus asientitos y resguardado del viento. A gusto, porque estábamos a gusto.
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