miércoles, 28 de abril de 2010

DÍA 108: DONDE TODO EMPEZÓ

Día 108
Nos levantamos pronto, a eso de las 9. Bueno me levanté yo, Alba se quedó en la cama un rato más, mientras yo terminaba de preparar la maleta. Cuando despertó, se fue a comprar más papel de regalo para terminar de envolver los regalos. Cuando terminamos con todo, nos fuimos de la habitación a dejar la llave con todos los bultos que llevábamos, 6 para ser exactos, y otra vez empezaba el show. Primero me llevé por delante varias alfombras, y cuando salimos a la calle no tuvimos más remedio que fumarnos un cigarro, meditando la idea de coger un taxi para ir a la estación de tren. Pero pensamos que sería como darnos por vencidas, imaginando la cara de la tía de la recepción al vernos decaer, y pensamos que ese dinero nos lo podíamos ahorrar, así que nos fuimos directas a coger el tranvía, un camino que de normal son 2 minutos, pero que se nos hicieron eternos con todo lo que teníamos que llevar. Subimos con toda la dificultad del mundo las maletas y casi nos cierran en la cara, pero llegamos sanas y salvas a la estación, dejamos las maletas en las taquillas y nos fuimos a la tienda de la rubia a terminar de comprar regalos para los nuestros. Luego nos pusimos a buscar una tienda que vi la última vez que estuve en Helsinki, al no encontrarla nos sentamos en un banco de lparque a comernos un bocadillo de lo que pensábamos que era jamón serrano, que resultó ser una especie de bacon más malo que pegarle a un padre y fastidiando a las palomas que se nos acercaban para que les diéramos de comer.
Con el estómago lleno nos fuimos a la estación otra vez, Ángel había tenido un pequeño problema con los trenes y decidimos esperarlo tomándonos un café en un centro comercial, café al que añadimos algunas onzas de chocolate, el último café insípido que nos tomaríamos en Finlandia. Volvimos a la estación y Ángel ya estaba de camino al aeropuerto, así que nos pusimos en camino, show de nuevo con todas las maletas por la calle, subimos al bus y sin darnos cuenta habíamos llegado al aeropuerto.
Nos acercamos a facturar las maletas, y tras descubrir que me había pasado a.l.b. con el peso (27,5 kilitos que llevaba), pasamos por el escáner todos los bultos de mano, el bolso blanco hubo que pasarlo un par de veces porque se conoce que habían demasiadas cosas dentro. Alba entró tranquilamente con un mechero en el bolsillo y el que me regaló mi hermana casi nos lo hacen dejarlo, pero el amable señor descubrió que no se encendía. Error amigo, no sabes ni encender un mechero.
Buscamos a Ángel desesperadamente y lo encontramos esperando en la puerta de embarque, le dejamos a cargo de las cosas y nos fuimos a fumar, sala de fumadores amplia y cómoda por excelencia. Volvimos y estuvimos haciendo tiempo hasta un próximo cigarro, el último que nos fumaríamos en Finlandia.
Llegó el momento de embarcar, estaba contenta por volver a casa, pero a la vez tristona por lo que dejábamos atrás. Subimos al avión y tomamos asiento, nos esperaban 4 horas que imaginé se me harían larguísimas.
Momento destacable:
Ángel: Alba cógeme el chaquetón por favor
Alba: vale
Alba abre el compartimento de arriba y coge el chaquetón, tirando varias cosas en la cabeza de un pobre muchacho que veía tranquilo una película. El muchacho no dice nada, Alba “sorry sorry!”, el muchacho que no sabía donde meterse, yo descojonándome y Alba muertita de vergüenza, se sentó cabizbaja sin atreverse a mirar para el lado del chico, estalló en carcajadas y solo llevábamos 20 minutos de viaje, lo que significaba que no podría volver a girar la cabeza en lo que quedaba de tiempo.
El resto del viaje sin más percances, nos tomamos unos cacahuetes, unos sudokus, unas cartas, la hora de la cena, el aterrizaje, 23º en Málaga y bajamos del avión. Nos fuimos a por las maletas y ya estaban nuestras madres saludándonos a través de un cristal. Nos repartimos las cosas de las maletas y salimos, abrazos, besos, lágrimas y muchas ganas de un cigarro, salimos a la calle, en manguica corta, 23 gradazos que hacían, cigarrito contando el viaje, llamadas a los abuelos y abuelas, y a buscar el coche. Mi padre que no se fiaba de dejarme conducir, pero mi Qashqai nuevecito o como se escriba me estaba esperando, me subí y arranqué, después de más de tres meses sin conducir fue una sensación cuanto menos, curiosa. Decidimos ir por el centro para que pudiera probar bien el coche, se lleva estupendamente y al rato estaba en casa, en Villa Cristina. Subimos las maletas y mi madre me tenía preparado mi regalo por que fue mi santo días atrás: cafeterita Nespresso, por fin podría tomar cafés en condiciones.
Sacamos un poco de cenita, un jamón bueno bueno, lomo, queso, saqué mi salchichón de reno y los regalos, estábamos ahí los cuatro cenando tranquilamente, estaba en casa y apenas podía creérmelo, era como su nunca me hubiera ido. Después de la cena me puse mi pijama, estaba cansada, solo pensaba en coger mi cama, ya habría tiempo de deshacer la maleta.

Y que más puedo decir, me fui un 10 de enero a Finlandia y hoy, 27 de abril, estoy otra vez en mi casa, en Málaga, con la luna llena mirándome, en manga corta en mi balcón, fumándome un cigarro y despidiéndome de esta página que ha sido mi diario estos 108 días, fiel testigo de mis experiencias y mis aventuras y pensando que algún día volveré, a esas tierras heladas que durante más de tres meses han sido mi hogar, a volver a ver a esos paisajes y a esas personas que han dejado huella en mi corazón.

DÍA 107

Día 107
Me levanté preparada para ir a la sauna, la última que tomaría en Finlandia. Me subí hasta la sexta planta del hostel y solo estuve un ratito, hacía muncho calor y cuando me acosté, porque estaba sola, pensé que me iba a quedar dormida. Así que me volví a bajar, desperté a Alba y nos pusimos en camino. Nos íbamos a Tallín a echar el día, le tiramos para la estación de los barcos, esto es, el puerto de Helsinki y tras sacar los billetes, nos fuimos a desayunar algo. Es curioso, pero habría unas 60 personas en la cafetería, pues éramos las únicas que estábamos tomando un café, todos los demás tenían todo tipo de bebidas alcohólicas, da igual la edad, solo importa beber y beber. Todo el mundo llevaba maletas, y podría jurar que todas iban vacías, a la espera de ser llenadas con alcohol barato estonio.
Subimos al barco y nos fuimos a la cubierta, hacía un sol espléndido y estábamos a gusto fumando un cigarro tras otro y haciendo planings para organizar las maletas.
Llegamos a Tallín sin ningún tipo de percance, y buscamos un sitio para comer. Tras ver los precios de varios restaurantes, entre los que se encontraba el que tenía la carta escrita en Castellano antiguo, acabamos yendo al sitio de los crepes, y comimos bastante bien. Luego nos fuimos de tour por la ciudad, cuando llegamos a la iglesia bonita, porque era bonita, nos terminamos el cigarro sentadas en el porche de la casa del Señor, y una señora con más mala leche que otra cosa, nos echó de mala manera, no la entendía, porque el estonio no es una de las lenguas que más domine, pero su cala de mala hostia y sus gestos lo decían todo.
Después nos acercamos al mirador, conocimos al tío del martillo que nos saludaba en español, y decidimos emplear el tiempo que nos quedaba en comprar regalitos y tomarnos un café en algún lado. Nos sentamos en una terracita, manga corta porque hacía un día ideal para ir en manga corta y entré a pedir dos cafés: un capuccino para mí y un café con leche para Alba. A los 15 minutos le dije a Alba que por favor entrara a ver dónde estaban nuestros cafés, y la tía le dijo “sí, ya van” y acto seguido se puso a prepararlos. 10 minutos más tarde apareció en la mesa, con tres cafés. Me dejó a mí uno, muy negro que aquello no tenía pinta de capuccino, a Alba le dio uno diciéndole “latte!” y se fue. Al segundo volvió, “que no es el capuccino!”, y me dejó mi café y se fue, volviendo dos segundos más tarde diciendo “no latte!”, dirigiéndose a Alba, como que ella no había pedido eso, Alba desconcertada “i don’t know what is latte!”. Le dejó el café negro y le dijo “¡que lo he pedido con leche!” y le trajo un poquito de leche fría, congeladica que estaba la leche, pero ya teníamos nuestros cafés, y bastante mejores que los finlandeses por cierto. Menuda tía estúpida, y es que en Tallín la gente no es muy amable que digamos.
Después de este episodio nos fuimos dirección puerto, nos paramos a fumar en un banquito con palomas y entonces pasó algo bastante curioso: un coche que por no hacer las cosas bien, dio la vuelta en medio de una alameda bastante concurrida, con tranvías pasando por en medio, pero el tío se notaba que era profesional, porque eso no me sale a mí ni de coña. Los nórdicos, que conducen como locos.
Llegamos a la estación de los barcos y nos subimos al ferry, de vuelta a Helsinki, y como no teníamos sitio, nos sentamos en un rellano a ver si caía la breva y nos echábamos un sueñecito. Nos pasó algo mejor: vinieron 4 chicos y chicas y se pusieron a dormir, o a intentarlo porque decidimos no dejarlos. Pasamos las 2 horas más divertidas, criticándolos sin que ellos se enteraran, hablando en voz alta pero no por molestar, esque nosotras somos así, naturales a la par que espontáneas. Los teníamos hartitos de vivir, y cuando se despertaron o simplemente se quedaron con los ojos abiertos, decidimos que era momento de ir a fumar, a la sala de fumadores estrechita, porque no era tan amplia como las que estamos acostumbradas, con toda la gente ya borrachísima, y que apenas se podía respirar. Fue pasando el tiempo y llegamos a Helsinki, nos bajamos del ferry quedándonos totalmente asombradas con la cantidad de alcohol que llevaba la gente y nosotras con nuestras botellas de Salmiakki pero para regalar, no para nosotras. Aunque sabemos que alguna caerá.
Fui a comprar algo para comer al día siguiente, y papel de regalo para envolver las cosas que habíamos comprado, llegué al hostel y nos cenamos otra vez una pizzita rica, porque estaba buena, dejando toda la habitación con olorcillo a pollo. Salimos a fumar y vimos españoles, no hablamos con ellos porque no teníamos cuerpo, todavía teníamos que organizar las maletas y eso nos llevaría un buen rato, así que nos pusimos a ello y a eso de las 12 de la noche nos fuimos a la cama, nos vimos una seriecilla y nos dormimos, nuestra última noche en Finlandia, dormí como un dulce bebé.

DÍA 106

Día 106
Nos levantamos con todo el ánimo para ir a Tallín. Yo lo hice primero, pues quería ir a la sauna, pero al final la pereza pudo conmigo y decidí dejarlo para el día siguiente.
Entonces nos pusimos en camino, nos acercamos al puerto e intentamos comprar los billetes, pero no quedaban para ese día, así que los compramos para el día siguiente. Hoy tocaba entonces recorrer Helsinki.
Cogimos el tranvía dirección centro, nos bajamos cerca de la catedral y vimos una imagen cuanto menos, curiosa: cientos, miles de boy scouts en grupitos, en la plaza de la catedral, cantando y chillando, suponemos que la mitad o por lo menos los mayores de 14 años iban ciegos. No sabemos muy bien que hacían ahí, pero nosotras a lo nuestro, entramos a ver la catedral por dentro. Cruzamos el umbral de la puerta y descubrimos que estaban en plena misa y vemos acercarse a una mujer entre los bancos, se nos para delante de nuestras narices, no dice nada, y nos intimidó de tal manera que salimos de allí pitando. Que angustia de mujer.
Entonces nos fuimos a algún museo, a ver algún edificio más típico, vimos un restaurante español a 44 eurillos el menú y luego otro, Tapas Barcelona, vimos solo el cartel en medio de la calle y nos pusimos a buscarlo, pensamos que estaría gracioso ir a ese lugar. Después de encontrarlo al ratico, estaba cerrado. Pues nada, McDonalds que nunca falla.
Es curioso como en cuanto sale un rayito de sol, porque este fue un día soleado, se puede ver a todos los finlandeses sentados en las terrazas como si de una playa se tratara, todos en fila cara al sol. Algo para el recuerdo, ahora ya entiendo porqué vienen a España y con 15º se ponen en manga corta y sandalias.
En fin, ya con el estómago lleno, y es que era la 1 de la tarde y no llevábamos ná en el cuerpo, nos fumamos un cigarrito por las calles de Helsinki y entramos en una tienda de souvenirs, a comprar regalitos para la familia. La dependienta rubia más tonta y estupidilla que hemos visto, no lo hacía a maldad, pero hería. Igual es que nos tiramos media hora en su tienda, igual es que parecía que con los chaquetones íbamos a hacer algún destrozo o a robar, NO LO SÉ pero el caso es que al final la cogimos cariño. Cuando abandonábamos la tienda sonó la alarma, se vio a la rubia frotándose las manos pero no, solo se habían olvidado una alarma en un bolso.
Con casi todo ya comprado, nos fuimos a visitar, solo por fuera, el mítico Club Tavastia, donde tienen lugar concierto de año nuevo de Him casi todos los años, y más grupos sucios de esos que a mí me gustan, y es que son todos finlandeses. Después pasamos por una tienda de discos y me compré dos joyitas de 69 Eyes, y llegó el momento de tomarnos un café en una terracita, a gusto, porque hacía un día bastante bueno y fumándonos un cigarrito. En la gloria que estábamos, hablando de cuando volviéramos a España, planes a corto plazo y es que quedaban dos días para irnos.
Después del momento de relax nos fuimos para el hostel de nuevo, estuvimos toda la tarde dormitando, haciendo la maleta, viendo alguna que otra serie y nos fuimos a la cama pronto, que al día siguiente nos esperaba un día movidito.

DÍA105

Día 105
Nos levantamos cuando nos dio la gana, teníamos las maletas hechas, comida que sobró de la noche anterior, y el tren que no salía hasta las 4 de la tarde.
Dimos el último repaso a la habitación, sacamos las cosas fuera y esperamos a Ángel que viniera a ayudarnos. Y entonces salió, Jesse en chanclas, a hacernos un vídeo de despedida. Nos pidió que dijéramos cosas en español, que nos faltó cagarnos en su puta madre, pero tampoco era plan.
Ya se estaba poniendo pesaete, deseando que Ángel viniera, y cuando estuvo allí y Jesse nos vio con los maletones, se decidió a acompañarnos, en camisetita, pantalones cortos y chanclas, lloviendo-nevando como estaba, nos acompañó a la estación dejando flipados a quién encontrábamos a nuestro paso, parecía que habíamos contratado a un negro para que nos llevara las maletas, y nunca mejor dicho. Cuando llegamos a la estación, no se me ocurrió otra cosa que sacar un bombón y dárselo como recompensa, me dio mucha penica. Nos despedimos de él y se fue, y nos quedamos despidiéndonos de Heini, lagrimicas y abrazos, entonces se fueron ella y Ángel y nos quedamos Alba y yo en la estación, tren con retraso de 50 minutos, con 3 maletas de ruedas, un bolso de mano, el portátil y el bolso, planeando la manera de poder llevar todo eso al tren, aquí empezaba el show.
Primero de todo decir que Alba se estaba meando, pero no quería pagar para entrar al servicio, así que decidió esperarse al tren. Entonces le dije que mientras ella fuera al servicio yo le colocaba las maletas, todas, una por una. ¿Sería capaz de cumplirlo?
Nos encontramos con Arja Sisko, que venía a recoger a sus padres, y pensamos, ilusas nosotras, que nos ayudaría con las maletas. Se quitó de en medio en cuanto tuvo ocasión, y entonces vimos a tres militares, y pensamos, ilusas nosotras, que nos ayudarían con las maletas. Pensamos que alguien de la estación nos ayudaría, pero el caso es que nos vimos las dos, con los 6 bultos, bajo la lluvia, esperando el tren y subiendo las maletas, decepcionadas con los militares finlandeses, que mucha mili obligatoria pero de ayudar al prójimo, poquito.
Una vez dentro, Alba fue al servicio, y cuando salió vio algo insólito: las maletas ya colocadas en su sitio. Una promesa es una promesa. Entonces nos fuimos a buscar nuestros asientos, recorrimos todo el tren de una punta a otra y entonces caímos en la cuenta de que nuestro vagón no era otro sino en el que estábamos al principio. La magia de la isla es lo que tiene.
Nos sentamos y nos pusimos a ver Perdidos, un capítulo tras otro de los que tenía descargados en el ordenador, parando a fumar de vez en cuando y comiendo también cada cierto tiempo un sanwichito. Fueron pasando las horas y nos aproximábamos al destino, nos preparamos para bajar, con todas las maletas y todas las cosas, y nos fuimos a coger el tranvía que nos llevaría al hostel. Todo iba saliendo bastante bien, subimos al tranvía con bastante dificultad y bajamos igualmente, cuando nos dimos cuenta que en el otro vagón no había escaloncitos porculeros, pero ya daba igual, llegamos sanas y salvas al hostel y tras pagar, subimos a la habitación. Nos cambiamos, pintamos, bebimos un poco, fumamos y salimos rumbo centro a salir un poco. Llegamos a la parada del tranvía y aquí nos pasaron las cosas más divertidas del día.
Primero llega un chico, saludando con un ¡ciao bella!, y se pone a hacer pintadas con el nombre de Luigi, ya dedujimos que era italiano fijo, pero que no puso su nombre una ni dos ni tres, sino unas cuantas veces más en paradas, paredes, suelo, en cada superficie que encontraba a su paso. Entonces llegaron dos muchachos finlandeses que no paraban de decir Espanja, Espanja, dedujimos que hablaban de nosotras, pero estábamos más pendientes de la tía que intentaba meter un Opel Corsa en un sitio inmenso, que se bajó dos veces del coche a comprobar si lo estaba metiendo bien, que entró y salió del sitio innumerables veces, se tiró unos 10 minutos aparcando y no terminó de dejarlo bien del todo, ruedecica separá del bordillo, pero bueno la chiquilla lo hizo lo mejor que pudo, y aún se giró durante 50 metros después de dejar el coche porque no se quedó muy contenta. Y ya el colmo, esperando en la parada se para un tranvía en la dirección contraria, justo enfrente, y vemos una chiquilla que saca la cabeza y la Alba gritando “¡que está vomitando tía!” y yo jo que asco, y sí, estaba vomitando, pero es que el tranvíero casi le pilla la cabeza cuando cerró las puertas, y la tía tuvo que seguir vomitando dentro. Asquito, porque se me revolvió todo. Pero nosotras ahí con nuestras petaquitas y llegó el tranvía. Nos montamos y nos bajamos cuando creímos conveniente, entramos a un bar y nos pusieron una pulserita y pensamos ¡anda, no hay que pagar!. Los cojones, había que pagar más adelante, nos hicimos las listas y para disimular nos acercamos a una barra que había a comprar tabaco. Conversación real:
-¿Cuánto es el tabaco? -7.30. Lo que en realidad nos quiso transmitir la tía: esta ciudad no es para vosotras muchachitas. Nos pareció un robo, así que nos fuimos a buscar tabaco más barato, y no encontramos, así que nos fuimos a buscar otro sitio al que ir, entramos a un bar que estaba gracioso, 5 euros entrar, 2.50 el guardarropa, y las cervezas a 4.70. Lo normal vaya. Tabaco igual, 7.30, así que decidimos echarle un poco de cara, y al primer tío que se nos acercó le pedimos tabaco. Nos enseñó su tabaco de liar y nos hizo la pregunta más ofensiva: ¿sabéis como se fuma esto?. Amigo, hazme caso que lo sé. Nos preguntó si podía salir a fumar con nosotros, y nos dio tanta pena que le dijimos que sí, que claro. Salimos y hablamos con él, nos invitó a ir a su casa cuando quisiéramos y a sentarnos con sus amigos, declinamos su invitación amablemente y nos dijo que le llamáramos Mike, porque su nombre es muy difícil: Mikko. Una dificultad aplastante amigo, puedes llamarme Antonia si quieres, a mí también me gusta que la gente me llame como le dé la gana. El caso es que volvimos a entrar y nos sentamos en una mesa, Alba dijo que olía mal, entonces se me ocurrió mirar al suelo y lo que vi me sobrecogió: “Alba, tienes una pota en el suelo”. Se conoce que la Alba se resbaló al levantarse de golpe, su único miedo es que por el agujero de su bota se hubiera metido alguna sustancia indebida, pero hubo suerte y no pasó nada más asqueroso. Estuvimos un rato más y decidimos irnos, estábamos cansadas y no muy motivadas, sin tabaco y en la ciudad más cara de Finlandia, nos fuimos en tranvía sin ningún percance, nos encontramos un español en la puerta del hostel, y tras asegurarnos que el Opel Corsa seguía bien aparcado, nos fuimos a dormir, sin hacer la cama, ¡para qué!, si apenas da asco, Alba está acostumbrada a dormir sin sábanas.

DÍA 104

Día 104
Nos levantamos tela de tarde, dispuestas a pasar nuestro último día en Iisalmi.
Me duché e hice las planchas, nos esperaba un día movidito.
Teníamos muchas cosas que hacer, empezamos yendo a la estación a comprarnos los billetes para Helsinki, tras los consejos de la tía nos cogimos el de las 16.15 para ir sin agobios.
Luego al Citymarket, a comprar los regalos de nuestras queridas Heli y Arja Sisko, que nos habían invitado a cenar. Compramos unas florecillas y algo de comer para el viaje del día siguiente y volvimos al hostel y terminamos de hacer la maleta. Alba se echó un rato y yo me puse a preparar la tortilla de patatas que íbamos a preparar para la cena. Alba se duchó y le hice las planchas, íbamos con la hora pegada al culo, a las 7 venía Arja a por nosotros y eran las 6 y media y la Alba con medio pelo por planchar. Terminamos todo y nos vestimos, pintamos, rellenamos las petacas y la mismísima nos pilló con todo el vodka, pero no pareció importarle, porque no dijo nada.
Llegamos a casa de Heli y les dimos las macetas, abrazos parriba y abrazos pabajo, nos sentamos en los sofás y sacamos la tortilla, a partir de ahora llamada “tapa” y apareció el marido, dentista, muy majo él. También pasaron por allí sus hijas, de 13 y 15 años, que parece que tienen el doble, maquilladas como puertas y esas cosas que ya sabemos.
Cenamos, había cosas para picar, nada demasiado elaborado pero estaba bien. Un postre rico no, lo siguiente, tartita de chocolate y limón, el perro que no paraba de dar por culo, Alba muertita de miedo la pobre con sus calcetines, uno de cada color.
Terminamos la cena y después de que Heli nos confesara que el día del centro de discapacitados lo primero que hizo al llegar a casa fue lavarse las manos, llegó el momento de los regalos, uno para cada uno, bolsita que contenía tableta de chocolate, llavero, postalicas, y una funda para el móvil con bolsa de la compra. Más besos y abrazos y llegó el momento de irse, bajo la nieve que caía, porque era 23 de abril y estaba nevando en Iisalmi.
Llegamos al hostel y empezamos a beber un poco, un poco más y salimos, a Cave, nuestro último día. Bailamos, bebimos, nos despedimos de la gente y nos fuimos al Bepop, pero solo un rato, y nos fuimos a Maribella, nuestro último kebab con Anni, Markus y Heini, nos lo comimos en el hostel, a decir verdad lo mío era una pizza pero el caso es el mismo, últimas cervezas, últimos cigarros, sólo nos quedaban unos días en Finlandia y yo estaba tristecilla, pero contenta porque tenía ganas de volver a casa.

DÍA 103

Día 103
Nos levantamos no muy tarde para ir a Savonia, teníamos que ir a recoger nuestros papeles y certificados. Sinsiquiera desayunar porque no teníamos nada de comer, bajamos a despedirnos de Tom que se iba ya para su país. Ah no, al final no se iba, pero nos dijo que Tatu venía a recogerlo para llevarlo a Savonia, que él también tenía que ir, así que esperamos y cuando llegó Tatu con toda la cara mala leche, se enteró de que el vuelo se había cancelado y se quedó a cuadros, pero nos llevó en cochecito a la universidad, así que bien.
Llegamos y comimos, la comida más mala que he probado allí, que para ser nuestro último día se lucieron.
Entonces subimos a ver a Hanelle, cuando nos encontramos con Marjatta, que nos preguntó a Alba y a mí si le íbamos a mandar el informe de nuestras prácticas o si el de Ángel iba por los tres, le dijimos que sí, que con el de Ángel se podía dar con un canto en los dientes, y nos preguntó si por lo menos lo habíamos leído, y le dijimos con un 8 de convicción que sí, que estábamos de acuerdo. Entonces se fue y entramos al despacho de Hanelle, yo no puedo mirar a esa mujer con tranquilidad, es que es fea con avaricia la pobre, y con esos modelitos y esos cortes de pelo que lleva es que no, lo siento.
Estuvimos un buen rato con ella, y al final salimos igual que entramos, sin papeles pero con un regalo: una taza muy mona y montones de abrazos.
A la vuelta no tuvimos tanta suerte, nadie nos llevó en coche, tuvimos que caminar hasta casa, el último paseo desde Savonia.
Llegamos y le dimos nuestro regalo a Ángel, la camiseta y las cervezas, y le gustó todo muchísimo. Entonces nos pusimos a hacer la maleta, mientras veíamos alguna que otra serie, y así hasta que nos acostamos, no salimos esa noche porque estábamos cansadas y no teníamos alcohol ni nada, nos dormimos y soñamos con angelitos.

DÍA 102

Día 102
Después de dormir 4 horas, me levanté para ir a la estación a despedir a Josef y Simon, que se iban en el tren de las 7 y cuarto. Pero primero miré el correo, y descubrí que nuestro viaje a Savonia iba a ser en vano, pues Hanelle no iba a estar disponible para nosotros, así que escribimos a Heli para que nos recogiera en el hostel. Cuando estos terminaron su equipaje, y después de dejar el cuarto patas arriba, fuimos a la estación con Tom también, ya por fin se iban y parecía que iba bien la cosa. Tras una emotiva despedida, un último fumeta y fotos para el recuerdo, volvimos al hostel y me acosté otra vez.
A eso de las 11 nos levantamos, Heli venía a por nosotros para ir de visita al centro de salud. Así que llegamos y nos recibió una señora muy muy gorda, debía ser jefa de enfermeras o algo, y nos explicó el funcionamiento del centro.
Después de la visita, fuimos al hospital a devolver las llaves, nos despedimos de las enfermeras, de mi Gordi y de Liisa, y nos fuimos Alba y yo a comer a algún lado, nos dio por ahí.
Terminamos en Maribella, ella con kebab y yo con pizza, y luego fuimos de compras. El cumpleaños de Ángel era el día siguiente, así que le buscamos un regalito apañao. Fuimos a una tienda de ropa y nos encontramos con unos señores italianos que nos preguntaron si conocíamos a Ángel, le dijimos que sí, y entonces vimos a Ángel mientras nosotras mirábamos camisetas XXL, a lo que Alba solo pudo decir: “sí, es que estamos buscando una camiseta para los tres”. Incomprensible sí, pero es que ella es así, natural a la par que espontánea.
Después de este momento triste, nos fuimos a comprarnos un vodka para la noche, vodka Finlandia, 20 euros la botella. Un poquito de Fanta y el regalo de Ángel, una camiseta y un pack de 8 Karhus. Y nos volvimos al hostel.
Vimos un par de Perdidos, y hablé con Josef, resulta que habían llegado al aeropuerto, habían subido al avión y tal y como habían subido habían bajado, y se quedaban esa noche en Helsinki a la espera de una solución a su problema.
Entonces, a eso de las 8 de la tarde empezó a llegar gente, por el cumpleaños de Ángel, Sabina, Sanna, Anni, Ansku, Markus, Veera, Heini, El que juega muy bien al billar, El “ez una fiezta” Janne, y los que quedábamos en el hostel, trajeron una tarta riquísima y estuvimos bebiendo y conversando hasta que llegó la hora de salir, bueno ellos porque Alba y yo seguimos bebiendo un buen rato en el hostel nuestro vodkita.
Nos preparamos nuestras petacas al ritmo de la música y salimos, rumbo Cave.
Allí estaban todos, nosotras llegamos y no nos sentamos en toda la noche, dándolo todo en la pista de baile, yendo al baño cada 15 minutos, cantándole a Ángel el cumpleaños feliz cuando el reloj dio las 12 de la noche. Entonces nos llegó Rikka, que iban a hacer un juego chorra, coger una gominola de un metro de largo o así, en parejas comiéndola cada uno por un lado y el primero que la terminara ganaba. No contaba con que Alba y yo nos la fuimos comiendo y tirando al suelo antes de empezar, y en el comienzo del juego teníamos menos de la mitad que los demás. “Ay que la estoy pisando”, al final ganamos el juego y nos dieron una chocolatina, muy rica. Cogimos un vaso y nos echamos el contenido de nuestra petaca, para beber más civilizadamente. Cuando lo acabamos nos fuimos, al Saha a comernos una patatitas, al final nos las llevamos al hostel y al día siguiente la habitación seguía oliendo a patatas fritas. Y a día de hoy, Ángel sigue pensando que vomité, porque según él, el baño olía mal al día siguiente. Pero no fue así, seguramente fue la señora que se pasea medio desnuda por el hostel.