lunes, 5 de abril de 2010

DÍA 80

Día 80

3er día de viaje, Tallín.
Nos levantamos cansaicos, Cris más madrugadora había ido a la sauna, yo me había quedado durmiendo, y los chicos aunque más tarde también subieron a relajarse un rato al calorcito.
Yo me quedé desyaunando, mientras Cris se iba al centro a comprar una camiseta para su hermano. Me tomé mi café con tostaditas y me arreglé, y cuando estuvimos todos terminamos de hacer las maletas para dejarlas en recepción, pues nos íbamos a Tallín a pasar el día.
Así que nos fuimos al puerto, con la hora pegada al culo como siempre, compramos los billetes y subimos al ferry. Bonito, porque era bonito y grande, lleno de gente que esperaba ansiosa la apertura del Tax Free para ponerse hasta el culo de alcohol bien entrada la mañana. Y entre esa gente nosotros, deseosos de probar ese dulce Salmiakki, mojarnos los labios con ese néctar de los dioses. Al final solo a Cris pareció entusiasmarle tanto como a mí, así que decidimos que compraríamos más tarde más botellas para la vuelta.
En el ferry salió el sol, hacía un día precioso, mejorado por la compañía, y es que estaba contenta, porque estaba radiante y feliz de estar con mis amigos. Las dos horas y media que duró el trayecto se pasaron rápidas, y es que el tiempo pasa volando cuando se goza.
Llegamos a Tallín y cogimos un autobús del puerto al centro, y tras situarnos en el mapa, con el dinerito ya cambiado, nos pusimos a buscar un restaurante que nuestro queridísimo Use nos había recomendado. Unos crepes riquísimos que nos comimos tranquilamente, servidos por una camarera de lo más borde, y es que la gente en Tallín no es muy amable que digamos, sobre todo las tías, que serán muy rubias y muy guapas pero estúpidas un rato.
Filosofamos acerca del origen de las embolias de David, que se hizo pasar por malito un rato. Contamos chistes amenizando el paisaje y vimos la ciudad, que se recorre en un rato.
Nos dividimos sin querer, pasó un rato hasta que nos volvimos a encontrar, y estuvimos visitando un par de iglesias, algún monumento, un mirador desde donde se veía toda la ciudad. Tallín es una ciudad muy bonica, tiene su encanto, siempre la recordaré como algo mágica, y el día que vuelva volveré a sentir lo que sentí el día en que estuve mirando por ese mirador cogida de la mano de alguien especial, rodeada de gente maravillosa y chinos poniéndose en medio en las fotos, mientras se nos hacía tarde y no sabíamos como volver al puerto.
En el camino de vuelta Rodro me compró una rosa, pero no me la quería dar. Nos adelantamos con David, que había perdido su billete y debían utilizar todas sus habilidades diplomáticas para conseguir uno nuevo.
Llegamos al puerto y nos encontramos un ciste trannnquilamente posado sobre un charco, mientras unas alegres palomas le quitaban la roña a picotazos. Juan quiso darle por culo, pero el cisne ni se movía, y cuando lo hizo, se fue al charco que tenía meido metro más alante y se quedó así, quietecico y sin molestar a nadie.
Cuando nos encontramos todos en las taquillas, resutla que David tenía dos billetes pero no había pagado ninguno, y.. cómo podía ser esto? Pues algo de que se había encontrado a una mujer que le había dado uno y a otra chica que le había dado el otro. Así que ahora David tenía dos billete, ah no, tres, porque instantes después encontró el suyo, el original, detrás de la tarjeta de la seguridad social.
Y nos montamos en el ferry, algunos durmieron, otros vimos unhermoso atardecer, mejorado con una bonita rosa y compramos alcohol para la noche.
Cuando llegamos a Helsinki y al hostel, nos encontramos con unos españoles que nos aconsejaron para nuestro viaje a Rovaniemi. Hablamos un rato con ellos y partimos rumbo a la estación de trenes. Miramos los horarios para los días siguientes y subimos al tren, nos instalamos en nuestras amplias y cómodas habitaciones y nos fuimos al vagón restaurante a cenar. Abrí un jamoncito de los que me envió mi mamá, gracias mamá, si algún día lees esto, te quiero. Unos sandwichitos por aquí, unos calamares en salsa americana por allá, una sidrita para amenizar y volvimos a las habitaciones. Pero eran muy estrechas, y no cabíamos apenas todos en una con las camas abiertas y tal, así que decidimos ocupar una vacía. Jugamos al yo nunca, bebimos Salmiakki y una bebida rara que nos compramos en Tallín y todo iba de maravilla, de lujo, hasta que llamaron a la puerta. Todo guarreado, negro por culpa del Salmiakki, latas por el suelo, la cama medio deshecha, y entró un revisor con cara de pocos amigos: "What the fuck are you doing here?!". Nos cagamos, pensábamos que nos echaba del tren, que nos haría pagar una multa desorbitada o que nos violaría allí mismo. Nada de eso, nos puso una multa sí, pero de 13 euros. David le arrojó un billete de 20€ con su estilo propio, y con un "tienes cambio?" dejó al tío hechico peazos, se fue cabizbajo y decidimos seguir la fiesta en una de nuestras habitaciones. Pero ya no era lo mismo, estábamos apretados y decaídos, aunque Cris seguía pidiendo Chalmiakki!! subida en el estante para las maletas, cómoda, porque se conoce que estaba agusto. Pero al rato nos fuimos Rodro y yo a nuestro cuarto a dormir, todavía nos quedaban unas cuantas horitas de tren y queríamos estar descansados para el día siguiente.

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