Día 105
Nos levantamos cuando nos dio la gana, teníamos las maletas hechas, comida que sobró de la noche anterior, y el tren que no salía hasta las 4 de la tarde.
Dimos el último repaso a la habitación, sacamos las cosas fuera y esperamos a Ángel que viniera a ayudarnos. Y entonces salió, Jesse en chanclas, a hacernos un vídeo de despedida. Nos pidió que dijéramos cosas en español, que nos faltó cagarnos en su puta madre, pero tampoco era plan.
Ya se estaba poniendo pesaete, deseando que Ángel viniera, y cuando estuvo allí y Jesse nos vio con los maletones, se decidió a acompañarnos, en camisetita, pantalones cortos y chanclas, lloviendo-nevando como estaba, nos acompañó a la estación dejando flipados a quién encontrábamos a nuestro paso, parecía que habíamos contratado a un negro para que nos llevara las maletas, y nunca mejor dicho. Cuando llegamos a la estación, no se me ocurrió otra cosa que sacar un bombón y dárselo como recompensa, me dio mucha penica. Nos despedimos de él y se fue, y nos quedamos despidiéndonos de Heini, lagrimicas y abrazos, entonces se fueron ella y Ángel y nos quedamos Alba y yo en la estación, tren con retraso de 50 minutos, con 3 maletas de ruedas, un bolso de mano, el portátil y el bolso, planeando la manera de poder llevar todo eso al tren, aquí empezaba el show.
Primero de todo decir que Alba se estaba meando, pero no quería pagar para entrar al servicio, así que decidió esperarse al tren. Entonces le dije que mientras ella fuera al servicio yo le colocaba las maletas, todas, una por una. ¿Sería capaz de cumplirlo?
Nos encontramos con Arja Sisko, que venía a recoger a sus padres, y pensamos, ilusas nosotras, que nos ayudaría con las maletas. Se quitó de en medio en cuanto tuvo ocasión, y entonces vimos a tres militares, y pensamos, ilusas nosotras, que nos ayudarían con las maletas. Pensamos que alguien de la estación nos ayudaría, pero el caso es que nos vimos las dos, con los 6 bultos, bajo la lluvia, esperando el tren y subiendo las maletas, decepcionadas con los militares finlandeses, que mucha mili obligatoria pero de ayudar al prójimo, poquito.
Una vez dentro, Alba fue al servicio, y cuando salió vio algo insólito: las maletas ya colocadas en su sitio. Una promesa es una promesa. Entonces nos fuimos a buscar nuestros asientos, recorrimos todo el tren de una punta a otra y entonces caímos en la cuenta de que nuestro vagón no era otro sino en el que estábamos al principio. La magia de la isla es lo que tiene.
Nos sentamos y nos pusimos a ver Perdidos, un capítulo tras otro de los que tenía descargados en el ordenador, parando a fumar de vez en cuando y comiendo también cada cierto tiempo un sanwichito. Fueron pasando las horas y nos aproximábamos al destino, nos preparamos para bajar, con todas las maletas y todas las cosas, y nos fuimos a coger el tranvía que nos llevaría al hostel. Todo iba saliendo bastante bien, subimos al tranvía con bastante dificultad y bajamos igualmente, cuando nos dimos cuenta que en el otro vagón no había escaloncitos porculeros, pero ya daba igual, llegamos sanas y salvas al hostel y tras pagar, subimos a la habitación. Nos cambiamos, pintamos, bebimos un poco, fumamos y salimos rumbo centro a salir un poco. Llegamos a la parada del tranvía y aquí nos pasaron las cosas más divertidas del día.
Primero llega un chico, saludando con un ¡ciao bella!, y se pone a hacer pintadas con el nombre de Luigi, ya dedujimos que era italiano fijo, pero que no puso su nombre una ni dos ni tres, sino unas cuantas veces más en paradas, paredes, suelo, en cada superficie que encontraba a su paso. Entonces llegaron dos muchachos finlandeses que no paraban de decir Espanja, Espanja, dedujimos que hablaban de nosotras, pero estábamos más pendientes de la tía que intentaba meter un Opel Corsa en un sitio inmenso, que se bajó dos veces del coche a comprobar si lo estaba metiendo bien, que entró y salió del sitio innumerables veces, se tiró unos 10 minutos aparcando y no terminó de dejarlo bien del todo, ruedecica separá del bordillo, pero bueno la chiquilla lo hizo lo mejor que pudo, y aún se giró durante 50 metros después de dejar el coche porque no se quedó muy contenta. Y ya el colmo, esperando en la parada se para un tranvía en la dirección contraria, justo enfrente, y vemos una chiquilla que saca la cabeza y la Alba gritando “¡que está vomitando tía!” y yo jo que asco, y sí, estaba vomitando, pero es que el tranvíero casi le pilla la cabeza cuando cerró las puertas, y la tía tuvo que seguir vomitando dentro. Asquito, porque se me revolvió todo. Pero nosotras ahí con nuestras petaquitas y llegó el tranvía. Nos montamos y nos bajamos cuando creímos conveniente, entramos a un bar y nos pusieron una pulserita y pensamos ¡anda, no hay que pagar!. Los cojones, había que pagar más adelante, nos hicimos las listas y para disimular nos acercamos a una barra que había a comprar tabaco. Conversación real:
-¿Cuánto es el tabaco? -7.30. Lo que en realidad nos quiso transmitir la tía: esta ciudad no es para vosotras muchachitas. Nos pareció un robo, así que nos fuimos a buscar tabaco más barato, y no encontramos, así que nos fuimos a buscar otro sitio al que ir, entramos a un bar que estaba gracioso, 5 euros entrar, 2.50 el guardarropa, y las cervezas a 4.70. Lo normal vaya. Tabaco igual, 7.30, así que decidimos echarle un poco de cara, y al primer tío que se nos acercó le pedimos tabaco. Nos enseñó su tabaco de liar y nos hizo la pregunta más ofensiva: ¿sabéis como se fuma esto?. Amigo, hazme caso que lo sé. Nos preguntó si podía salir a fumar con nosotros, y nos dio tanta pena que le dijimos que sí, que claro. Salimos y hablamos con él, nos invitó a ir a su casa cuando quisiéramos y a sentarnos con sus amigos, declinamos su invitación amablemente y nos dijo que le llamáramos Mike, porque su nombre es muy difícil: Mikko. Una dificultad aplastante amigo, puedes llamarme Antonia si quieres, a mí también me gusta que la gente me llame como le dé la gana. El caso es que volvimos a entrar y nos sentamos en una mesa, Alba dijo que olía mal, entonces se me ocurrió mirar al suelo y lo que vi me sobrecogió: “Alba, tienes una pota en el suelo”. Se conoce que la Alba se resbaló al levantarse de golpe, su único miedo es que por el agujero de su bota se hubiera metido alguna sustancia indebida, pero hubo suerte y no pasó nada más asqueroso. Estuvimos un rato más y decidimos irnos, estábamos cansadas y no muy motivadas, sin tabaco y en la ciudad más cara de Finlandia, nos fuimos en tranvía sin ningún percance, nos encontramos un español en la puerta del hostel, y tras asegurarnos que el Opel Corsa seguía bien aparcado, nos fuimos a dormir, sin hacer la cama, ¡para qué!, si apenas da asco, Alba está acostumbrada a dormir sin sábanas.
Dimos el último repaso a la habitación, sacamos las cosas fuera y esperamos a Ángel que viniera a ayudarnos. Y entonces salió, Jesse en chanclas, a hacernos un vídeo de despedida. Nos pidió que dijéramos cosas en español, que nos faltó cagarnos en su puta madre, pero tampoco era plan.
Ya se estaba poniendo pesaete, deseando que Ángel viniera, y cuando estuvo allí y Jesse nos vio con los maletones, se decidió a acompañarnos, en camisetita, pantalones cortos y chanclas, lloviendo-nevando como estaba, nos acompañó a la estación dejando flipados a quién encontrábamos a nuestro paso, parecía que habíamos contratado a un negro para que nos llevara las maletas, y nunca mejor dicho. Cuando llegamos a la estación, no se me ocurrió otra cosa que sacar un bombón y dárselo como recompensa, me dio mucha penica. Nos despedimos de él y se fue, y nos quedamos despidiéndonos de Heini, lagrimicas y abrazos, entonces se fueron ella y Ángel y nos quedamos Alba y yo en la estación, tren con retraso de 50 minutos, con 3 maletas de ruedas, un bolso de mano, el portátil y el bolso, planeando la manera de poder llevar todo eso al tren, aquí empezaba el show.
Primero de todo decir que Alba se estaba meando, pero no quería pagar para entrar al servicio, así que decidió esperarse al tren. Entonces le dije que mientras ella fuera al servicio yo le colocaba las maletas, todas, una por una. ¿Sería capaz de cumplirlo?
Nos encontramos con Arja Sisko, que venía a recoger a sus padres, y pensamos, ilusas nosotras, que nos ayudaría con las maletas. Se quitó de en medio en cuanto tuvo ocasión, y entonces vimos a tres militares, y pensamos, ilusas nosotras, que nos ayudarían con las maletas. Pensamos que alguien de la estación nos ayudaría, pero el caso es que nos vimos las dos, con los 6 bultos, bajo la lluvia, esperando el tren y subiendo las maletas, decepcionadas con los militares finlandeses, que mucha mili obligatoria pero de ayudar al prójimo, poquito.
Una vez dentro, Alba fue al servicio, y cuando salió vio algo insólito: las maletas ya colocadas en su sitio. Una promesa es una promesa. Entonces nos fuimos a buscar nuestros asientos, recorrimos todo el tren de una punta a otra y entonces caímos en la cuenta de que nuestro vagón no era otro sino en el que estábamos al principio. La magia de la isla es lo que tiene.
Nos sentamos y nos pusimos a ver Perdidos, un capítulo tras otro de los que tenía descargados en el ordenador, parando a fumar de vez en cuando y comiendo también cada cierto tiempo un sanwichito. Fueron pasando las horas y nos aproximábamos al destino, nos preparamos para bajar, con todas las maletas y todas las cosas, y nos fuimos a coger el tranvía que nos llevaría al hostel. Todo iba saliendo bastante bien, subimos al tranvía con bastante dificultad y bajamos igualmente, cuando nos dimos cuenta que en el otro vagón no había escaloncitos porculeros, pero ya daba igual, llegamos sanas y salvas al hostel y tras pagar, subimos a la habitación. Nos cambiamos, pintamos, bebimos un poco, fumamos y salimos rumbo centro a salir un poco. Llegamos a la parada del tranvía y aquí nos pasaron las cosas más divertidas del día.
Primero llega un chico, saludando con un ¡ciao bella!, y se pone a hacer pintadas con el nombre de Luigi, ya dedujimos que era italiano fijo, pero que no puso su nombre una ni dos ni tres, sino unas cuantas veces más en paradas, paredes, suelo, en cada superficie que encontraba a su paso. Entonces llegaron dos muchachos finlandeses que no paraban de decir Espanja, Espanja, dedujimos que hablaban de nosotras, pero estábamos más pendientes de la tía que intentaba meter un Opel Corsa en un sitio inmenso, que se bajó dos veces del coche a comprobar si lo estaba metiendo bien, que entró y salió del sitio innumerables veces, se tiró unos 10 minutos aparcando y no terminó de dejarlo bien del todo, ruedecica separá del bordillo, pero bueno la chiquilla lo hizo lo mejor que pudo, y aún se giró durante 50 metros después de dejar el coche porque no se quedó muy contenta. Y ya el colmo, esperando en la parada se para un tranvía en la dirección contraria, justo enfrente, y vemos una chiquilla que saca la cabeza y la Alba gritando “¡que está vomitando tía!” y yo jo que asco, y sí, estaba vomitando, pero es que el tranvíero casi le pilla la cabeza cuando cerró las puertas, y la tía tuvo que seguir vomitando dentro. Asquito, porque se me revolvió todo. Pero nosotras ahí con nuestras petaquitas y llegó el tranvía. Nos montamos y nos bajamos cuando creímos conveniente, entramos a un bar y nos pusieron una pulserita y pensamos ¡anda, no hay que pagar!. Los cojones, había que pagar más adelante, nos hicimos las listas y para disimular nos acercamos a una barra que había a comprar tabaco. Conversación real:
-¿Cuánto es el tabaco? -7.30. Lo que en realidad nos quiso transmitir la tía: esta ciudad no es para vosotras muchachitas. Nos pareció un robo, así que nos fuimos a buscar tabaco más barato, y no encontramos, así que nos fuimos a buscar otro sitio al que ir, entramos a un bar que estaba gracioso, 5 euros entrar, 2.50 el guardarropa, y las cervezas a 4.70. Lo normal vaya. Tabaco igual, 7.30, así que decidimos echarle un poco de cara, y al primer tío que se nos acercó le pedimos tabaco. Nos enseñó su tabaco de liar y nos hizo la pregunta más ofensiva: ¿sabéis como se fuma esto?. Amigo, hazme caso que lo sé. Nos preguntó si podía salir a fumar con nosotros, y nos dio tanta pena que le dijimos que sí, que claro. Salimos y hablamos con él, nos invitó a ir a su casa cuando quisiéramos y a sentarnos con sus amigos, declinamos su invitación amablemente y nos dijo que le llamáramos Mike, porque su nombre es muy difícil: Mikko. Una dificultad aplastante amigo, puedes llamarme Antonia si quieres, a mí también me gusta que la gente me llame como le dé la gana. El caso es que volvimos a entrar y nos sentamos en una mesa, Alba dijo que olía mal, entonces se me ocurrió mirar al suelo y lo que vi me sobrecogió: “Alba, tienes una pota en el suelo”. Se conoce que la Alba se resbaló al levantarse de golpe, su único miedo es que por el agujero de su bota se hubiera metido alguna sustancia indebida, pero hubo suerte y no pasó nada más asqueroso. Estuvimos un rato más y decidimos irnos, estábamos cansadas y no muy motivadas, sin tabaco y en la ciudad más cara de Finlandia, nos fuimos en tranvía sin ningún percance, nos encontramos un español en la puerta del hostel, y tras asegurarnos que el Opel Corsa seguía bien aparcado, nos fuimos a dormir, sin hacer la cama, ¡para qué!, si apenas da asco, Alba está acostumbrada a dormir sin sábanas.
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