miércoles, 28 de abril de 2010

DÍA 107

Día 107
Me levanté preparada para ir a la sauna, la última que tomaría en Finlandia. Me subí hasta la sexta planta del hostel y solo estuve un ratito, hacía muncho calor y cuando me acosté, porque estaba sola, pensé que me iba a quedar dormida. Así que me volví a bajar, desperté a Alba y nos pusimos en camino. Nos íbamos a Tallín a echar el día, le tiramos para la estación de los barcos, esto es, el puerto de Helsinki y tras sacar los billetes, nos fuimos a desayunar algo. Es curioso, pero habría unas 60 personas en la cafetería, pues éramos las únicas que estábamos tomando un café, todos los demás tenían todo tipo de bebidas alcohólicas, da igual la edad, solo importa beber y beber. Todo el mundo llevaba maletas, y podría jurar que todas iban vacías, a la espera de ser llenadas con alcohol barato estonio.
Subimos al barco y nos fuimos a la cubierta, hacía un sol espléndido y estábamos a gusto fumando un cigarro tras otro y haciendo planings para organizar las maletas.
Llegamos a Tallín sin ningún tipo de percance, y buscamos un sitio para comer. Tras ver los precios de varios restaurantes, entre los que se encontraba el que tenía la carta escrita en Castellano antiguo, acabamos yendo al sitio de los crepes, y comimos bastante bien. Luego nos fuimos de tour por la ciudad, cuando llegamos a la iglesia bonita, porque era bonita, nos terminamos el cigarro sentadas en el porche de la casa del Señor, y una señora con más mala leche que otra cosa, nos echó de mala manera, no la entendía, porque el estonio no es una de las lenguas que más domine, pero su cala de mala hostia y sus gestos lo decían todo.
Después nos acercamos al mirador, conocimos al tío del martillo que nos saludaba en español, y decidimos emplear el tiempo que nos quedaba en comprar regalitos y tomarnos un café en algún lado. Nos sentamos en una terracita, manga corta porque hacía un día ideal para ir en manga corta y entré a pedir dos cafés: un capuccino para mí y un café con leche para Alba. A los 15 minutos le dije a Alba que por favor entrara a ver dónde estaban nuestros cafés, y la tía le dijo “sí, ya van” y acto seguido se puso a prepararlos. 10 minutos más tarde apareció en la mesa, con tres cafés. Me dejó a mí uno, muy negro que aquello no tenía pinta de capuccino, a Alba le dio uno diciéndole “latte!” y se fue. Al segundo volvió, “que no es el capuccino!”, y me dejó mi café y se fue, volviendo dos segundos más tarde diciendo “no latte!”, dirigiéndose a Alba, como que ella no había pedido eso, Alba desconcertada “i don’t know what is latte!”. Le dejó el café negro y le dijo “¡que lo he pedido con leche!” y le trajo un poquito de leche fría, congeladica que estaba la leche, pero ya teníamos nuestros cafés, y bastante mejores que los finlandeses por cierto. Menuda tía estúpida, y es que en Tallín la gente no es muy amable que digamos.
Después de este episodio nos fuimos dirección puerto, nos paramos a fumar en un banquito con palomas y entonces pasó algo bastante curioso: un coche que por no hacer las cosas bien, dio la vuelta en medio de una alameda bastante concurrida, con tranvías pasando por en medio, pero el tío se notaba que era profesional, porque eso no me sale a mí ni de coña. Los nórdicos, que conducen como locos.
Llegamos a la estación de los barcos y nos subimos al ferry, de vuelta a Helsinki, y como no teníamos sitio, nos sentamos en un rellano a ver si caía la breva y nos echábamos un sueñecito. Nos pasó algo mejor: vinieron 4 chicos y chicas y se pusieron a dormir, o a intentarlo porque decidimos no dejarlos. Pasamos las 2 horas más divertidas, criticándolos sin que ellos se enteraran, hablando en voz alta pero no por molestar, esque nosotras somos así, naturales a la par que espontáneas. Los teníamos hartitos de vivir, y cuando se despertaron o simplemente se quedaron con los ojos abiertos, decidimos que era momento de ir a fumar, a la sala de fumadores estrechita, porque no era tan amplia como las que estamos acostumbradas, con toda la gente ya borrachísima, y que apenas se podía respirar. Fue pasando el tiempo y llegamos a Helsinki, nos bajamos del ferry quedándonos totalmente asombradas con la cantidad de alcohol que llevaba la gente y nosotras con nuestras botellas de Salmiakki pero para regalar, no para nosotras. Aunque sabemos que alguna caerá.
Fui a comprar algo para comer al día siguiente, y papel de regalo para envolver las cosas que habíamos comprado, llegué al hostel y nos cenamos otra vez una pizzita rica, porque estaba buena, dejando toda la habitación con olorcillo a pollo. Salimos a fumar y vimos españoles, no hablamos con ellos porque no teníamos cuerpo, todavía teníamos que organizar las maletas y eso nos llevaría un buen rato, así que nos pusimos a ello y a eso de las 12 de la noche nos fuimos a la cama, nos vimos una seriecilla y nos dormimos, nuestra última noche en Finlandia, dormí como un dulce bebé.

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