miércoles, 28 de abril de 2010

DÍA 108: DONDE TODO EMPEZÓ

Día 108
Nos levantamos pronto, a eso de las 9. Bueno me levanté yo, Alba se quedó en la cama un rato más, mientras yo terminaba de preparar la maleta. Cuando despertó, se fue a comprar más papel de regalo para terminar de envolver los regalos. Cuando terminamos con todo, nos fuimos de la habitación a dejar la llave con todos los bultos que llevábamos, 6 para ser exactos, y otra vez empezaba el show. Primero me llevé por delante varias alfombras, y cuando salimos a la calle no tuvimos más remedio que fumarnos un cigarro, meditando la idea de coger un taxi para ir a la estación de tren. Pero pensamos que sería como darnos por vencidas, imaginando la cara de la tía de la recepción al vernos decaer, y pensamos que ese dinero nos lo podíamos ahorrar, así que nos fuimos directas a coger el tranvía, un camino que de normal son 2 minutos, pero que se nos hicieron eternos con todo lo que teníamos que llevar. Subimos con toda la dificultad del mundo las maletas y casi nos cierran en la cara, pero llegamos sanas y salvas a la estación, dejamos las maletas en las taquillas y nos fuimos a la tienda de la rubia a terminar de comprar regalos para los nuestros. Luego nos pusimos a buscar una tienda que vi la última vez que estuve en Helsinki, al no encontrarla nos sentamos en un banco de lparque a comernos un bocadillo de lo que pensábamos que era jamón serrano, que resultó ser una especie de bacon más malo que pegarle a un padre y fastidiando a las palomas que se nos acercaban para que les diéramos de comer.
Con el estómago lleno nos fuimos a la estación otra vez, Ángel había tenido un pequeño problema con los trenes y decidimos esperarlo tomándonos un café en un centro comercial, café al que añadimos algunas onzas de chocolate, el último café insípido que nos tomaríamos en Finlandia. Volvimos a la estación y Ángel ya estaba de camino al aeropuerto, así que nos pusimos en camino, show de nuevo con todas las maletas por la calle, subimos al bus y sin darnos cuenta habíamos llegado al aeropuerto.
Nos acercamos a facturar las maletas, y tras descubrir que me había pasado a.l.b. con el peso (27,5 kilitos que llevaba), pasamos por el escáner todos los bultos de mano, el bolso blanco hubo que pasarlo un par de veces porque se conoce que habían demasiadas cosas dentro. Alba entró tranquilamente con un mechero en el bolsillo y el que me regaló mi hermana casi nos lo hacen dejarlo, pero el amable señor descubrió que no se encendía. Error amigo, no sabes ni encender un mechero.
Buscamos a Ángel desesperadamente y lo encontramos esperando en la puerta de embarque, le dejamos a cargo de las cosas y nos fuimos a fumar, sala de fumadores amplia y cómoda por excelencia. Volvimos y estuvimos haciendo tiempo hasta un próximo cigarro, el último que nos fumaríamos en Finlandia.
Llegó el momento de embarcar, estaba contenta por volver a casa, pero a la vez tristona por lo que dejábamos atrás. Subimos al avión y tomamos asiento, nos esperaban 4 horas que imaginé se me harían larguísimas.
Momento destacable:
Ángel: Alba cógeme el chaquetón por favor
Alba: vale
Alba abre el compartimento de arriba y coge el chaquetón, tirando varias cosas en la cabeza de un pobre muchacho que veía tranquilo una película. El muchacho no dice nada, Alba “sorry sorry!”, el muchacho que no sabía donde meterse, yo descojonándome y Alba muertita de vergüenza, se sentó cabizbaja sin atreverse a mirar para el lado del chico, estalló en carcajadas y solo llevábamos 20 minutos de viaje, lo que significaba que no podría volver a girar la cabeza en lo que quedaba de tiempo.
El resto del viaje sin más percances, nos tomamos unos cacahuetes, unos sudokus, unas cartas, la hora de la cena, el aterrizaje, 23º en Málaga y bajamos del avión. Nos fuimos a por las maletas y ya estaban nuestras madres saludándonos a través de un cristal. Nos repartimos las cosas de las maletas y salimos, abrazos, besos, lágrimas y muchas ganas de un cigarro, salimos a la calle, en manguica corta, 23 gradazos que hacían, cigarrito contando el viaje, llamadas a los abuelos y abuelas, y a buscar el coche. Mi padre que no se fiaba de dejarme conducir, pero mi Qashqai nuevecito o como se escriba me estaba esperando, me subí y arranqué, después de más de tres meses sin conducir fue una sensación cuanto menos, curiosa. Decidimos ir por el centro para que pudiera probar bien el coche, se lleva estupendamente y al rato estaba en casa, en Villa Cristina. Subimos las maletas y mi madre me tenía preparado mi regalo por que fue mi santo días atrás: cafeterita Nespresso, por fin podría tomar cafés en condiciones.
Sacamos un poco de cenita, un jamón bueno bueno, lomo, queso, saqué mi salchichón de reno y los regalos, estábamos ahí los cuatro cenando tranquilamente, estaba en casa y apenas podía creérmelo, era como su nunca me hubiera ido. Después de la cena me puse mi pijama, estaba cansada, solo pensaba en coger mi cama, ya habría tiempo de deshacer la maleta.

Y que más puedo decir, me fui un 10 de enero a Finlandia y hoy, 27 de abril, estoy otra vez en mi casa, en Málaga, con la luna llena mirándome, en manga corta en mi balcón, fumándome un cigarro y despidiéndome de esta página que ha sido mi diario estos 108 días, fiel testigo de mis experiencias y mis aventuras y pensando que algún día volveré, a esas tierras heladas que durante más de tres meses han sido mi hogar, a volver a ver a esos paisajes y a esas personas que han dejado huella en mi corazón.

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