domingo, 14 de febrero de 2010

DÍA 30

Día 30
Nos levantamos pronto para un diita de hospital de esos buenos. Descubrimos con horror que no había pan bimbo, y pensamos en el suicidio, pero decidimos que tendría que haber alguna forma para evitar la muerte por inanición.
Ya en el hospital, la mañana se hizo más pesada de lo habitual, y ya es raro... No hicimos nada de nada, hasta que nos pusimos con la medicación, que sacamos roneándonos todo lo que pudimos.
A eso de las 11.30 bajamos a comer al comedor del hospital, pero primero fuimos a comprar los tickets. Madre mía, se conoce que en Finlandia, cuanto más largo tienes el pelo, menos cerebro tienes, pues la chica que había en el mostrador, o era su primer día, o no conoce lo que es una tarjeta de crédito. ¡Rubia, solo es pasar y firmar!. Pues ni con esas.
Durante toda la comida tuve que aguantar como estos dos me decían una y otra vez lo sucia que era, que mis grupos son una mierda, y los planes malignos que tenían contra mi persona.
Tras hora y cuarto de comida, volvimos a la planta. Bueno, solo yo. Alba decidió que ya era buena hora para irse a casita. Así que yo, me puse a sacar más medicación, aguantando las miradas celosas de las demás estudiantes de enfermería. Sí chula, vete a hablar con los pacientes y déjame a mí lo poco que puedo hacer.
Tras más de una hora con la medicación, mi querida Paivi me ofreció un coffee break, a lo que respondí con un: no Paivita, me voy a mi casita.
Teníamos que ir al Maxi a comprar, y cuando llegamos a la resi, Ángel se echó la siesta, y yo me quedé en la cocina. Sucumbí a la tentación y decidí comerme un sandwich, cuando descubrí con horror que la tostadora no funcionaba. Dios, la muerte. ¿Cómo me alimento yo ahora?. Mi alimentación se basa casi en el 80% en sandwiches mixtos, el otro 20% es café y algo de pasta de vez en cuando.
Al final descubrí que se podía usar, pero pegándola con fiso pues las tostadas no se sujetan abajo. Algo es algo.
Cuando Alba despertó de su letargo, nos vimos un capitulillo de los Protegidos. Después decidí despejarme un rato llendo a mi querido Citymarket, un paseito nunca viene mal.
Ultimamente mis paseos al Citymarket son el equivalente de mis duchas españolas, en las que tras el baño en cuestión, me relajaba con un cigarro pensando en lo que me había pasado en el día, meditando acerca de mi vida, y esas cosas filosóficas que uno hace de vez en cuando. Es un buen sustituto, pero echo de menos fumar en la ducha, pa que nos vamos a engañar. Hay tantas cosas que echo de menos. Pero esa es otra historia.
Cuando volví de mi paseo, nos pusimos con la cena. ¡Lentejas!. Las hizo Alba, y fueron un rotundo éxito. Que ya tocaba, después de la tarta de queso, la sopa de arroz, y mil cosas más que ahora no recuerdo.
Tras la cena, me subí al salón, que esta gente estaba viendo Braveheart. No sé porqué, pero Mel Gibson tiene sobre mí un poder mayor que cualquier benzodiacepina. Es ponerme a ver esa peli y quedarme fritísima. No he conseguido verla entera nunca, ni creo que lo haga. Aunque es bastante bonita, una historia de amor imposible y secreto, de esas que todos deseamos tener.
Me quedé dormida en el sofá, y cuando acabó la peli me fui a la cama, a esperar que otro día viniese.
No quiero olvidarme del nuevo inquilino de Kulmakatu 1, Tom el holandés, a quién recibimos agobiaditas perdidas porque no le entendemos cuando habla. Aprieta la boca muchacho, y a ver si la próxima vez avisas y te hago un encargo de tu país, que yo hago tortillas, pon tú de tu parte, ¿no?.
También comentar la visita del profesor de inglés, al que ya echábamos de menos. Y recordad que si la ley de Murphy no va a ti, tu cara irá a la ley de Murphy.

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