domingo, 21 de febrero de 2010

DÍA 43

Día 43



Sunnantai.

Otra vez domingo, otra semana que pasa.

Nos levantamos a las 12.30, pues Sabina iba a venir a recogernos para el día familiar.

Me levanté la primera y desayuné, colacaito con crispis, y desperté a los demás. Ordenamos un poco el cuarto, para hacer tiempo hasta que viniera la Suprema, y cuando llegó nos pusimos en camino. Primero fuimos a recoger a Anni, que también venía con nosotros, y luego a echar gasolina. El coche de la Suprema, consume gasolina suprema también.

No es tan suprema en el arte de la conducción. No es mala, un poco temeraria quizás. Menos mal que este coche sí tiene cinturones de seguridad, no como el de Sanna.

Llegamos a casa de los padres de Sanna, y conocimos a sus padres, unos señores bien amables. También conocimos a sus cuatro perros, unos más grandes y otros más chicos, pero la pobre Alba se cagó porque se conoce que no le gustan esos animalitos, pero todo hay que decirlo, eran más que buenos. Nos pusieron de comer CARNE DE RENO con patatas y queso remezclado todo, muy rica, aunque a Alba no le gustó tanto. También habían las empanadillitas esas que parecen chochitos que una vez comimos en casa de Ansku, pero caseras, y también ensalada. Y de postre... ¡ay el postre! Una especie de vómito naranja, que supuestamente es muy caro porque es nosequé fruta de Laponia, echa como mermelada, con pepitas de las que se te quedan luego pegadas a los dientes, y con nata, que eso sí que estaba rico.

Después de comer, nos tomamos un cafelito conversando acerca de la vida, los perros de Sanna, el fin de semana, etc.

Después, nos fuimos a casa de Sanna, a verla. Me encantó la casa, es muy de mi estilo, con todas esas cosas por en medio. Me vi totalmente reflejada en ella. Y los perros dando por culo, y llenándonos de pelos.

Después, nos fuimos para casa, ya medio dormidos porque estábamos reventados. Al llegar nos pusimos a ver una peli, Madagascar. Y claro, después de la 1 vino la 2.
Apareció el Alemán del que ya hemos hablado en alguna ocasión, a picopalear con la enterá local. Destacar los mil duros que Ángel vio en el suelo, ordenador en mano, y el posterior descojone de Alba y su familia, a través del Skype.
Cenamos, cada uno por su lado, y yo personalmente me fui pronto a la cama, pues estaba reventada y al día siguiente me tocaba madrugón de los buenos.

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