Día 41
Perjantai.
Viernes, día de hospital.
Nos levantamos a eso de las 11, yo reventaica porque el día anterior me acosté más bien tarde, pero nos pusimos al lío. Comimos y nos fuimos para dicho lugar. Cuando llegamos, nos dieron una alegría: íbamos a pasar la tarde con nuestra querida Pelomuñeca, Pirjo y la Gordi. Pero no estaba Ángel, así que el roneo esa tarde iba a ser escaso. Aún así, nos tomamos numerosos descansos para café, plátano, kissmet, agua, etc. Es un peligro ponerle a un vaso de plástico tu nombre y guardarlo toda la tarde, pues significa que cada 15 minutos nos tienes ahí, en la sala de las enfermeras, bebiendo agua. Que la calefacción reseca mucho la boca.
No hicimos apenas nada, tuvimos que soportar como la Gordi ponía una sonda vesical a un prostático, haciéndole sangrar como si de una matanza se tratara.
A ese mismo hombre había que darle de comer, y cuando Pirjo nos dijo si podíamos ir a su habitación y entramos, nos encontramos con una imagen graciosísima: el hombre con las piernas enredadas en la barandilla de la cama, pantalones por la rodilla, pañal en el cabecero de la cama y chillando como un loco. Bueno como un loco no, esque aquel hombre no estaba muy bien de la cabeza. Una hora para tomarse pastilla y media, y que si quieres, que el tío no las masticaba. Nos tiramos media tarde en esa habitación, con risas de esas que te tienes que aguantar. Son las peores, como cuando estábamos trannnnnquilamente tomándonos un café y una señorona decidió que lo mejor sería tirarse un eructo, y así lo hizo, pero claro no podíamos reirnos en su cara. Cuando se disponía a abandonar la habitación, no le dimos tiempo ni a cerrar la puerta, nos descojonamos de mala manera. Al final si fue una tarde entretenida.
Cuando salimos, nos fumamos ese tan ansiado cigarro, sentadas en una parada de autobús, pues teníamos que ir al Maxi. Compramos y nos fuimos a la residencia, y vimos a Ángel preparándose la cena, pues este día iba de noche al hospital. Pobretico él.
Cenamos Alba y yo, no había casi nadie en la resi porque estaban en nose qué de Jazz que organizaba Savonia, pero que no pudimos ir por tener el hospital por la tarde. Tampoco creo que nos perdiéramos nada.
Después de cenar, nos empezamos a arreglar, pues íbamos a salir. Le fuimos tirando con Peppi para Nellys, pues se supone que la gente estaba allí, pero allí no había ni un alma. Así que nos fuimos a Cave, y tampoco había nadie, pero nos quedamos a esperar. Llegó Outi, con algunas amigas. Destacar la presencia de la chica que estuvo en Puerto Rico, provincia española por excelencia. O al menos eso decía ella.
Cuando estábamos desesperaicos, al borde del suicidio, nos fuimos a Nellys, y allí estaba todo el mundo. Jani me saludó con un efusivo abrazo, y yo tío, que no te pega estar en estos sitios.
Nos fuimos a pedir una cervecilla, pero nos dijo el puto calvo de la barra que no, que ya iban a cerrar. Minutos después vimos cómo a Anni le ponía una.
Recibimos un mensaje de Sabina, que estaba en Bepop con Sanna, así que nos fuimos para allá, no sin antes pasar por McDonalds a tomarnos una hamburguesa, the cheapest hamburguer, kiitos.
Ahora sí, en Bepop nos encontramos con las dos tutoras, ciegas como perras y roneándose a dos chavalotes con los que luego harían más que migas. En eso que nos fuimos a fumar Alba y yo, y allí había un tipo que se pegó a nosotras de mala manera. Al principio que gracioso, que si no hablo en finlandés, que me dejes en paz chulo. Luego vino el que te vayan dando, mierda puta que te vayas, que no te me acerques, que te grito al oído. Yo creía que la cara de asco era universal, que significaba lo mismo en todo el mundo. Pero parece ser que aquí eso no vale. Así que tuvimos que TIRAR EL CIGARRO A LA MITAD, para huir de aquel tipo, al que luego veríamos vagar por toda la discoteca. Es curioso la cantidad de borrachos que hay en Finlandia, y cuando digo borrachos, me refiero a gente muy borracha, mirada perdida, dando tumbos, etc... Asqueroso.
Cuando nos pusieron la canción de Titanic, comprendimos que había llegado la hora de abandonar al lugar. Nos quedamos esperando a nosé qué, cuando se nos acercaron dos rubios hablando en finlandés. Que no hablo tu idioma, chulo. "Dance, dance". Que no tío, que te vayas por ahí. "Que toco el piano". Bien por tí, pero no gracias.
Cuando nos íbamos a ir, vimos a esos mismísimos dos rubios pelearse a vasazos con otra gente, así que decidimos llamar a Ángel y avisarle de que le enviábamos a dos pacientes, para amenizarle la noche. Al día siguiente nos contaría que sí, que fueron a visitarle.
Y poco más, tras media hora para coger los chaquetones, nos fuimos para casa. Pero era bien pronto, y pensando que Ángel llegaría a las 7 y pico al hostel, nos pusimos a ver una serie. Pero duró poco, por lo menos a mí, que me quedé fritica a los 10 minutos.
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