domingo, 28 de febrero de 2010

DÍA 45: WINTERFEST

Día 45




Nos levantamos muy temprano, acordándonos de la santísima madre de Marjatta, porque... ¿quién tiene clases antes de una excursión?


Nadie, solo nosotros.


Así que nos pusimos en camino, y a las 8.15 estábamos preparados para aguantar clasaza, proque no tiene otro nombre, del mismísimo profesor de inglés. Nosé, pero no podía dejar de penasr en la imagen de aquel fatídico lunes cuando llegó hechico peazos, hartico vivir. Pero bueno, al final no estuvo del todo mal.


Después esperamos impacientes a que abriera la cafetería para comer, a eso de las 10.30.


Tras comer, nos roneamos un rato hasta que fueron las 12, y ya estábamos listos para coger el autobús rumbo a Kuopio.


Hacía un día soleado, que luego se tornó blanco como de costumbre. Nos montamos en el autobús y Alba se echó un sueñecico, yo quise hacer lo mismo pero no puede. Maaaal, pues nos esperaba un día movidito.


Llegamos a Kuopio una hora después y entramos en la universidad. Allí estaban teniendo luegar toda clase de juegos de invierno: fútbol en la nieve, bolos en la nieve, dar vueltas y correr por la nieve... Conocimos a tres chicas españolas, no me acuerdo de donde eran pero recuerdo que se llamaban Rocío, Alba y Berta, que ya es casualidad. Total, que los pies congelados, tuve que irme a refugiar a la cafetería, y pasé allí la mayor parte del tiempo con las rusas, criticando a todo el hostel.


A eso de las 3, las rusas y polacas se fueron a casa, tonticas pero esque no dan pa más.


Nosotros nos quedamos un rato más, y a las 5 o así nos fuimos para casa de Marko, que vive cerquita de allí, pasamos por el super a comprar comida y lo más importante: paquete de Chester. Porque un día así se merece fumar sin represiones, pagamos los 3.80 con gustico y eso de fumar un cigarro tras otro, ya no recordábamos esa sensación.


Estuvimos en casa de este hombre bebiendo, jugando a las cartas, escuchando música y viendo la tele de 5 a 11 que salimos. Bebimos como finlandeses, que es lo que se estila aquí.


Luego tocaba salir, y se conoce que la casa del muchacho pillaba un poco lejos, y si además íbamos cargaicas como mulas con la maleta y el bolso y nadie se ofrece a llevárnoslo, pues ya me dirás tú.


Total, que llegamos a la discoteca donde teníamos entrada, discotecón Puikkara. Tras más de media hora en la cola, con un nevazo cayendo que pa qué, entramos congeladas y blancas. Otra media hora intentando que cupiera todo en la bolsa, para dejarla en el guardarropa. Lo conseguimos, pero ya solo nos quedaban dos cigarros. Pobres de nosotras, porque el tabaco de liar estaba también junto con todo lo demás en el bolso, en el guardarropa.


Allí seguimos bebiendo. Era necesario para aguantar a la banda local de turno cantando canciones estilo Pokerface de Lady Gaga, a punto del suicidio vaya. Pero entonces cambió la cosa, pusieron música normal y nosotras todo el rato buscando más españoles hablando alto y claro para ver si alguien nos entendía. ¡Mira, ese nos está mirando a lo mejor es español! Ah no, solo está muy borracho.


Y así se pasó el tiempo, amenizado por un mago espontáneo que nos deleitó con juegos de cartas.


Y llegó el momento de la vuelta, a las 3 de la mañana, rennnndías nos subimos al autobús, momento videolog y a dormir. El puto autobusero nos dejó en la estación de autobuses de Iisalmi, y tuvimos que ir al hostel andando, tampoco queda muy lejos, pero teniendo en cuenta loque había nevado, tardamos bastante en llegar.


Cuando llegamos al hogar, comí, pues desde el pan sucio que me comí en casa de Marko a las 5.30 no había probado bocado, y como no quedaba pan bimbo me hice unos fideos chinos, cuando de repente apareció Raíces desorientado, a eso de las 4 y media de la mañana. Se levantó, dijo hola, miró el reloj y se fue a la cama. Así de triste.


Pero esque ahí no queda la cosa. Me fui a la cama trannnnquilamente, cuando de repente escucho un pitido. Que raro, pensé. Y ahí que me puse yo a buscar como una loca por el cuarto a ver que coño era lo que pitaba, y no lo encontré. Revolví bolsos, vacié el cesto de la ropa sucia, miré debajo de las camas, bajé las calefacciones. Y nada. Así que me acosté, con unos improvisados tapones para los oídos, y al final conseguí conciliar el sueño.


Y hasta aquí el día 45, intenso y cansado.

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